Pero, según la intensidad y la duración de un tema musical, también pueden provocarse estados de ánimos duraderos.
Un tema musical dulce y romántico, por ejemplo, puede favorecer una
noche de pasión. Hay directores de fábricas que ponen música para
mejorar la moral de los empleados que deben realizar tareas muy simples o
repetitivas. Dentistas y cirujanos también emplean la música para
relajar a sus pacientes, y a veces ni siquiera les es necesaria la
anestesia.
Cada vez tenemos más pruebas de que la música tiene tanta influencia en nuestro cerebro y nuestras emociones como una droga ilegal. Y, sin embargo, la música es legal.
Bien, no toda la música era legal hasta hace bien poco. Y aún quedan
mentes prehistóricas como las que dirigen las entidades de gestión de
derechos de autor que todavía se empeñan en convertir el intercambio de
archivos musicales en una actividad ilegal (aunque la ley explicite que
el intercambio de archivos protegidos por derechos de autor es
completamente legal siempre que no haya ánimo de lucro).
Esperemos que, por desesperación, dichas entidades no consigan
convertir la música en una droga prohibida que sólo ellos podrán
administrar (como lo hacen con los análogos químicos las empresas
farmacéuticas mientras se penaliza el consumo de sustancias que puedan
hacer la competencia).
Pero dejémonos de ironías y vayamos al meollo de la cuestión. ¿Por qué la música puede compararse a una droga? ¿Hasta dónde puede influir en nuestro pensamiento y en nuestras emociones?
Primero hay distinguir entre “estado de ánimo” y “emoción”. Son
cosas ligeramente distintas, aunque se parezcan mucho. Un estado de
ánimo es un sentimiento prolongado, que dura varios minutos, horas o
incluso días. Una emoción, sin embargo, es un sentimiento efímero. Por
ejemplo, la alegría sería una emoción. Y la felicidad, un estado de
ánimo.
La música, en general, induce más emociones que estados de ánimo. El musicólogo Deryck Cooke, en The Language of Music,
de 1959, apoyaba la concepción generalizada de que las escalas
musicales mayores expresan emociones positivas tales como alegría,
confianza, amor, serenidad o victoria. Las escalas menores transmiten
emociones negativas como el miedo, el odio o la desesperanza.
En pruebas experimentales de psicología también se usa la música. Cuando la psicóloga Paula Niedenthal, de la Universidad de Indiana, necesitaba que los sujetos de sus experimentos se sintieran felices, seleccionaban piezas de Vivaldi y Mozart; cuando necesitaba que se sintieran tristes, entonces escogía a Mahler o Rachmaninov.
La música clásica del periodo barroco es idónea para despertar conexiones en el hemisferio cerebral izquierdo; Las cuatro estaciones de Vivaldi, por ejemplo. Los valses de Strauss y las polonesas de Chopin estimulan el pensamiento creativo. El pájaro de fuego de Stravinski o las óperas de Wagner, estimulan la inteligencia espaciotemporal.
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