jueves, 25 de marzo de 2010

Música sacra: ¿expresión artística o espiritual?

Por Mario Villanueva S.
¿Cuál es el sentido de la música en las iglesias? ¿Cuál es buena y cuál no? ¿Cuáles son los parámetros para definir qué música es sacra y cuál secular? Los cuestionamientos acerca de este tema encuentran distintas directrices

La música sacra carece de una definición exacta, de acuerdo con el Diccionario Oxford de la Música; sin embargo, expertos en el tema coinciden en que debe acompañar la liturgia y no distraer al feligrés.
El Papa Benedicto XVI ha considerado que la música en las iglesias debe retornar a lo clásico, en un un intento por conservar –en tiempos de crisis— la identidad católica y retener lo que puede estar perdiendo: los feligreses.

La música sacra en el tiempo
Carlos Villa Roiz, subdirector de Información de la oficina de Comunicación Social del Arzobispado Primado de México, afirma que la música dentro de las iglesias, la llamada sacra, es un acompañamiento a la liturgia y por ningún motivo puede distraer “del festejo que significa la Santa Misa de que Cristo permanece con nosotros”.
Por su parte, Bernardo Barranco, vicepresidente del Centro de Estudios de las Religiones en México (Cerem) y director de la Fundación Vamos, comenta que la música en la historia de la iglesia Católica siempre ha sido una forma de expresión espiritual vinculada a la liturgia (“momentos donde se condensa la espiritualidad de toda religión a través de ritos, a veces repetitivos, que simbolizan y proyectan los sentimientos religiosos”).
El Diccionario Oxford de la Música especifica que es casi imposible definir la música sacra y explica: “Si la música que se escucha en la iglesia es buena y sincera, y está de acuerdo con las palabras y las ideas con las cuales se vincula y las expresa, entonces la asociación del tiempo y lugar la convertirá en música sacra”.
Añade Barranco que la música como una expresión espiritual, artística y del alma es una de las grandes ventanas que ha tenido no sólo el catolicismo sino toda religión. Y si ésta se relaciona con la liturgia, como en el catolicismo, resulta claro que “uno no puede decir que hay pasividad, porque la evolución de la liturgia también ha significado la evolución de la expresión musical”.
Los ejemplos son evidentes a lo largo de la historia católica. Por ejemplo, dice Barranco, en la Edad Media los cantos gregorianos mostraban gran solemnidad, dado que la liturgia entonces era el evento de mayor envergadura de la sociedad feudal y, por lo tanto, “la música adquirió momentos sublimes de expresión”.
Villa Roiz destaca que la música sacra ha estado en continua evolución. “Siempre se conserva el espíritu religioso, desde los autores más importantes como Bach y Mozart. La música sacra ha venido evolucionando conforme lo hace la sociedad: ha pasado de un género barroco a uno clásico, y así sucesivamente se va perfeccionando de acuerdo también con las técnicas de los propios instrumentos, y se han ido incorporando los nuevos instrumentos”.
Barranco agrega que de los grandes saltos y cambios detectados en la historicidad de la música sacra, el más reciente se dio durante la gran reforma litúrgica de la iglesia Católica, con el Concilio Vaticano Segundo, en los años sesenta.
“Planteó la descentralización de la expresión artístico-musical; el Concilio cuestionó lo que era la misa en latín con todos esos cánticos que venían desde la Edad Media y el mundo barroco y lo libera, trata de adaptarla a las diferentes realidades locales con una especie de recepción de indigenización de la litúrgica por parte de las expresiones artísticas y musicales”.
Este fenómeno de intento por lograr una empatía con las costumbres locales tuvo muestras incluso antes del Concilio Vaticano Segundo en nuestro país, por medio de Sergio Méndez Arceo, en Cuernavaca, quien utilizaba mariachis sustituyendo los cantos gregorianos y barrocos. O bien, en el mundo africano y negro se utilizaron tambores.

La música sacra hoy
Con la llegada del Papa Benedicto XVI como cabeza del Vaticano, explica Bernardo Barranco, “nos encontramos en una especie de contrarreforma, ya que al abrir el espacio para volver la misa al latín, en el fondo también está abriendo paso al regreso de un tipo de expresión musical que retoma a los clásicos, a los cantos gregorianos, a los cantos que se usaban todavía en los años cincuenta y que acompañaban el rezo, como el Padre Nuestro que era de forma musical, en una forma de la misa tradicional”.
Y es que, explica Barranco, aunque ambos conservadores, el Papa Benedicto XVI difiere de Juan Pablo II en cuanto a la apertura a otras culturas.
De ahí que se regrese a la misa tradicional y, probablemente, a la solemnidad estética. Es, vislumbra Barranco, “una nueva teatralización de occidente que se encuentra en crisis de identidad y que puede encontrar en esa estética, digamos premoderna o antigua, nuevos fundamentos”.
¿Tiene qué ver esto con una crisis del catolicismo y una pérdida de feligreses?
“Evidentemente, es un intento por retener lo que siente se puede estar perdiendo”.

¿De vuelta a los clásicos o involución?
La diversificación de la música católica en cuanto a géneros como el rock, pop, salsa, sí tiene qué ver con los cambios naturales de la sociedad, opina Bernardo Barrando.
En ese sentido, Carlos Villa Roiz aclara que cada país tiene sus preferencias musicales, México también tiene las suyas, pero las exigencias litúrgicas, las exigencias religiosas son muy claras con respecto a la música; el Papa Benedicto XVI ha insistido, por ejemplo, en que el órgano es el instrumento por excelencia de las iglesias.
“Sin embargo –agrega—, no se comete una falta cuando se mete otro tipo de instrumentos, como la guitarra o la mandolina, durante las ceremonias religiosas, siempre y cuando se cumpla con un cierto respeto y normatividad ya establecidas”.
Casos como el de Tino Contreras y su misa en jazz son aislados, además de que, cuenta Villa Roiz, “en pláticas con él sabemos que no es una música para acompañar la liturgia sino para escuchar”.
Enfatiza el subdirector de Información del Arzobispado Primado de México que la música durante las misas apoya el sentido religioso de la celebración, de modo que por ningún motivo debe distraer a los feligreses de sus rezos.
“La misma iglesia ha venido suprimiendo aquellas cosas que distraen el verdadero sentido de la misa, que es rezar; una misa no es un concierto, no es canto ni baile, es una celebración religiosa que merece respeto y, si en algún momento se ha abierto la posibilidad a algunos instrumentos o géneros musicales más atrevidos y más alejados de las normas litúrgicas, la propia iglesia ha corregido estos casos”.
Al respecto, Barranco comenta que estos fenómenos de apertura musical son consecuencia de un modernismo que impactó al cristianismo católico como protestante, lo que “indujo a un enorme proceso de adaptación a las culturas locales, de modo que se pueden encontrar expresiones musicales como la misa nicaragüense hasta adaptaciones de los Beatles o música moderna de rock o pop en diferentes versiones como una manera de acceder y ser inteligibles, en términos de expresión artística-estética, a las generaciones a las cuales están destinadas”.
No obstante que la misa es una fiesta, define Villa Roiz, ésta debe ser alegre por lo que simboliza y representa: “la conmemoración de que Cristo permanece con nosotros a través de la eucaristía; cualquier cosa que sea ajeno a este sentido, que distraiga el sentido religioso, estorba realmente”.
Por ello, agrega Barranco, “contrario a lo que sucede en el cristianismo protestante, percibo en el Papa Benedicto XVI una reticencia a todos estos experimentos y aperturas; en diferentes ocasiones, Él ha cuestionado una pérdida de identidad que pasa por una dispersión cultural en términos de liturgia y que atañe directamente a los sentidos y la estética musical”.
La apuesta del jerarca católico, manifiesta el especialista en religiones, “es ser más ortodoxo en el uso del rigor de los ritos católicos y litúrgicos y, por lo tanto, mayor rigor en el uso de una música más apegada a una espiritualidad centro europea, basada más en la solemnidad y un recogimiento”.
Se trata, precisa, “de una reactivación de la misa en latín como un regreso a la estética medieval europea”.

Oficio religioso en clave de sol
Para Bernardo Barranco el regreso a la misa en latín acompañada por una música medieval puede tener un impacto e incluso un shock importante en México, sobre todo en las clases populares.
“Percibo, en términos musicales, una reticencia a la inculturación; es decir, al acercarse al sentido estético y cultural de otras comunidades; en ese sentido, siento al Papa Benedicto XVI mucho más rígido, más tieso, menos dispuesto a la experimentación, con temor a la pérdida de identidad e indudablemente esto impacta en lo musical”.
En cambio, Carlos Villa Roiz justifica el cambio sopesando el valor de la liturgia sobre el papel de la música dentro del rito católico: “La música que acompañe un oficio religioso, una celebración religiosa, debe ser respetuosa y no debe opacar el verdadero sentido de la eucaristía ni de la misa: que es convivir y dialogar con Dios; la música ayuda pero también puede distraer”.

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